Una carga eléctrica recorre mi cerebro. “Quince diestra” escucho musitar de las mismas voces. Al mismo tiempo corro. Las puertas pasan como manchas rojas sobre la pared…1….2…3…voy contando. Escucho las botas metálicas resonando por el pasillo; su paso es lento a causa de la pesadez de éstas. 13…14…15…estiro la mano para girar la manija de la puerta a mi derecha. Inmediatamente abro la puerta, entro y la cierro detrás de mí. Me aseguro de ponerle el cerrojo.
Ahora no escucho los pasos. ¿Se habrá detenido? Igual no veo nada en la habitación. Oscuridad y penumbra es todo lo que distingo. Aun pegado contra la puerta, espero mientras mis ojos se acostumbran a la oscuridad.
Un leve reflejo llega a mis ojos. Una mesa de madera excelentemente pulida sirve de espejo a un filamento de luz. Otro hilo de luz es reflejado el borde de una silla barnizada. Toco la pared a mi lado… esta limpia. Inhalo fuertemente. No estornudo ni huelo polvo.
Me animo a dar unos pasos hasta llegar a la silla, que es lo más cercano que mis ojos perciben. Deslizo delicadamente una mano sobre ella. Esta limpia. Muevo mi mano para tocar la mesa. Mis yemas sienten el barniz… y algo más.
29 May, 2006
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